Tuesday, September 16, 2008

Portrait of a sitting group

Se sentaron una vez a la misma mesa un tullido, un freaky, un guaperas, uno grandote que no hablaba, una embarazada y una chica de espaldas.

Qué se discutía allí, nadie lo sabía. Lo que sí se podía decir es que el freaky tomaba notas, el tullido luchaba con la gravedad para mantenerse en su silla, el guaperas tomaba pequenyos sorbos de su cafe, mientras que el grandote no hacia nada salvo estar callado y ser grande. La embarazada comia algo con pinta de ser vegetal y sano y sonreia continuamente, aunque su sonrisa parecia mas comercial que calida y genuina -no daban ganas de abrazarla. La chica de espaldas pareciera que hablara, aunque de espaldas, como siempre estaba, era difícil de asegurar.

De pronto, se acabaron las bebidas, se llegó a un acuerdo o se aburrieron, aún hoy eso no está claro. El hecho es que todos menos el tullido se empezaron a dar la mano. Y no es que éste aún tuviera bebida, estuviera en desacuerdo o prefiriera quedarse, sino que, se entiende que desproveerse de una mano para dársela a un extranyo podría desigualar fatalmente la batalla contra la gravedad, quien, sin miramientos, lo atraeria contra la Tierra con una fuerza igual a 9.8 Newtons por segundo, acabando la escena con un tullido en el suelo, situación que en la sociedades modernas se intenta evitar, permitiendo, por ejemplo, que los tullidos sigan sus despiadadas y solitarias batallas contra la gravedad y se retuerzan en sus asientos con las caras rojas y las venas de la frente hinchadas, mientras que las personas civilizadas, repletas, aburridas o en acuerdo, llevan a cabo el ritual de decirse adios y desearse lo mejor aunque sea mentira.

La embarazada se puso su abrigo lentamente, mientras, el freaky se ajustaba su bufanda de futbol preferida y se ponia una gorra vieja. El guaperas miro su movil -a juego con su buen parecer- y el grandote, sin decir nada, se puso de pie y se hizo aún más grande. La chica de espaldas estuvo a punto de hacer que el universo colapsara, ya que, tras estrechar manos y ponerse de pie, decidio darse la vuelta y mirar al narrador.

Y no, a un narrador no se le mira, se le escucha.
No se interrumpe la historia ni se da uno la vuelta,
ni se deja y abandona a un narrador como tu me dejas,
solo, aburrido y sin papel, en profundo desacuerdo y perdiendo
la de la gravedad y todas las demás batallas.

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